Los profesionales de la administración de empresas en cualquiera de sus especialidades usan la tecnología a su alcance para transformar, controlar o crear sistemas físicos para su bienestar, esta acción produce cambios en el medio ambiente, entendiendo en su concepción más amplia, que el medio ambiente incluye tanto componentes naturales como socioculturales y además del espacio natural el espacio modificado por el hombre. Estos cambios pueden ser positivos, pero en la mayoría de los casos pueden traer perturbaciones al medio ambiente y el Administrador, como agente transformador debe conocer sus implicaciones.
En la práctica, se dan situaciones claramente paradójicas en los profesionales de la Administración carentes de formación ambiental; observamos como en la gestión energética sólo se aprovecha una mínima parte de las potencialidades que nos ofrece la energía solar, capaz de suministrar hasta 140.000 veces la energía que necesita todo el planeta, y al mismo tiempo, sufrimos las consecuencias de las fluctuaciones en el precio del petróleo además de las consecuencias negativas que acarrea su uso a gran escala a nivel planetario.
Podríamos decir que los Administradores deberían asumir mayor responsabilidad en la formación del futuro sostenible. Deberían crear y aplicar la tecnología para minimizar los residuos, reducir la contaminación, proteger la salud humana, el bienestar social y el medio ambiente.
Para enfrentarnos al espectro de las situaciones negativas ocasionadas al medio e incorporar los principios del desarrollo sostenible, se cuenta con un arma de valor fundamental como lo es la educación ambiental. No sólo nos puede proporcionar conocimientos muy específicos para llegar a soluciones tecnológicas, sino, lo que quizás sea de mayor importancia, nos ayuda a desarrollar nuevos comportamientos, actitudes y criterios sobre el medio ambiente, constituyendo esto una acción preventiva de valor excepcional.
Se necesita la reforma curricular y pedagógica de la educación en Administración de Empresas y el desarrollo profesional continuo para que los profesionales entiendan las repercusiones sociales y sobre el entorno que acarrea el desarrollo de su actividad. Se entiende que estos ámbitos pueden abarcar, la actividad complementaria de los tres enfoques característicos de la gestión ambiental:
•Preventivo: a través de los instrumentos disponibles, educación, evaluación ambiental estratégica, evaluación del impacto ambiental, ordenación territorial, etc.
•Corrector: a través de sistemas que permitan mejorar el comportamiento de los procesos productivos y de los productos a lo largo de todo su ciclo de vida.
•Paliativo: orientado a recuperar lo ya degradado.
Todos estos principios enunciados deben ser aplicados bajo otros dos, más amplios, que encierran a los demás y que constituyen el frontispicio de toda acción de los Administradores:
•Ética: tanto en el plano económico como el ambiental y social.
•Estética: ésta cualidad es algo sustancial en cualquier actuación de la Administración de Empresas.
La dimensión medioambiental de la sostenibilidad es, tal vez, la parte más compleja en el mundo de la administración de empresas y la que le compete de una forma directa, por lo que, en términos prácticos, para los Administradores sostenibilidad debe significar incorporar sensibilidad, conocimientos, y compromiso medioambiental, lo antes posible, a los procesos de toma de decisiones.
Esta idea supone un importante aporte a la administración de Empresas, porque desplaza el centro de preocupación, desde la funcionalidad de lo que se planifica y proyecta, hacia las relaciones de lo proyectado en el entorno. De tal manera que lo que proyecta o gestiona, pasa a ser un nuevo sistema configurado con el medio. La funcionalidad y armonía, ha de ser entendida en términos conjuntos.
Los elementos anteriores complementan la idea de que los proyectos tienen que desarrollarse dentro de los límites impuestos en el entorno, y los beneficios generados por ellos han de ser sostenibles a largo plazo.
En este sentido los administradores de Empresas intervienen en el desarrollo sostenible a través de tres tipos de acciones, que pueden considerarse paradigmáticas:
Elaboración de planes, programas y proyectos. Materialización de las citadas acciones, a través de dirección o jefatura de obras. Gestión de las actividades en marcha, sean estas productoras de bienes materiales o de servicios, incluyendo las administraciones públicas.
A todas ellas debe referirse la sostenibilidad, pero la forma de acción del Administrador es diferente para cada una.
Una actividad no puede ser algo superpuesto al medio en que se ubica y, mucho menos, contrapuesta a él, sino que actividad y entorno deben entenderse como partes de un sistema, aspectos indisociables de una única realidad más amplia y compleja. En este sentido una actividad no se puede considerar correctamente concebida, planificada, proyectada y gestionada, si no configura un sistema funcional y armónico con su entorno.
La reflexión anterior lleva a la idea de integración medioambiental, que ha de presidir la acción de la Administración de Empresas y que se concreta en tres proposiciones a la hora de planificar el desarrollo:
• Seleccionar las actividades razonables desde el punto de vista del entorno, siendo prioritarias las de carácter endógeno, es decir, las que se deducen de los recursos naturales, construidos y humanos existentes en el entorno, teniendo en cuenta los problemas sociales, necesidades, habilidades, expectativas y aspiraciones de la población.
• Localizar estas actividades de acuerdo con la capacidad de acogida del territorio (incluyendo espacios marítimos y subterráneos), optimizando las relaciones entre actividades, procurando el uso múltiple de los ecosistemas y minimizando el transporte.
• Regular el comportamiento de las actividades, lo que significa conseguir una gestión respetuosa con el medio ambiente, en términos de los recursos que utiliza y de los efluentes que genere y de los elementos físicos que lo forman (edificios, terrenos e instalaciones).
Ahora bien, una de las tareas más frecuentes en las actividades de los Administradores de Empresas es la ejecución de obras y desarrollo de proyectos. La integración medioambiental, en la fase de construcción, dependerá en gran medida, de la realización cuidadosa y coordinada de las obras del proyecto, así como las medidas de integración medioambiental. Para ello, antes de iniciar la obra, es necesario elaborar un manual, breve y simple, sobre el comportamiento que deben observar todos los participantes
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